La supervisión es una de esas palabras tan injustamente maltratadas, en gran medida por ignorancia o malas experiencias.
Cuando tenemos personas a nuestro cargo ya sean estudiantes o trabajadores tenemos la obligación de supervisarlos. Hay gente que cree que la supervisión y la confianza son incompatibles. Yo creo que no. Son y deben ser complementarias.
Desde el momento que ofrezco un contrato de trabajo a un candidato le estoy dando mi máxima confianza. Confianza que tendrá que demostrar que se merece. Pero el hecho de confiar en alguien no significa que no requiera supervisión o que al supervisarlo se esté desconfiando de él. También mucha gente cree que supervisar significa ordenar, decir lo que hay que hacer, dar órdenes pero no es así. Supervisar significa ejercer la inspección superior en trabajos realizados por otros, es decir, asegurarnos de que las cosas se están haciendo como se había acordado o como se esperaba. Pero hay muchas formas de ejercer esa inspección y es eso lo que tenemos que evaluar...
Para mí la supervisión es como asegurarme de que estoy en la carretera correcta y en el sentido correcto cuando voy de viaje. Para ello necesito una ruta que seguir con un destino y en el camino necesito letreros que me indiquen dónde estoy. También, cada 3 ó 4 horas, tengo que hacer un alto en el camino para repostar, descansar y comer algo.
La supervisión en el trabajo es algo similar, es simplemente leer el mapa y ver que nos acercamos a nuestro objetivo…y algo muy importante: disfrutando del viaje. En mi sector, la enseñanza, una tarea fundamental de los profesores es el de supervisar y sin embargo creemos muchas veces que nuestra tarea es enseñar. Únicamente enseñar. Un profesor debe diseñar una ruta con los estudiantes con un destino y un camino a seguir. El profesor debe mostrar señales a los estudiantes indicándoles dónde se encuentran y haciéndoles ver si se están acercando a su destino o si, por el contrario, se están alejando. En este caso, el profesor intentará hacerles ver qué cambios en la ruta pueden hacer para alcanzar su destino.
Muchos estudios demuestran que la calidad de esa supervisión tiene un impacto directo en la motivación de las personas, tanto en el trabajo administrativo como en el aula. Por lo que si queremos que nuestros trabajadores y estudiantes estén motivados tendremos que evaluar qué supervisión están recibiendo o si están recibiendo supervisión alguna, ya que, parece ser que la falta de supervisión es un factor que va en detrimento de la motivación.
Ya no solo las teorías, sino mi propia experiencia, me confirma la importancia que la supervisión tiene en los empleados. Para que sea posible supervisar a alguien tiene que haber unos objetivos y un plan de trabajo. El trabajador tiene que tener claro cuál es su papel y qué es lo que se espera de él. Solo de esta forma se podrá supervisar su trabajo. Para poder supervisar el trayecto hace falta un mapa con un origen, un destino y un camino a seguir.
El objetivo de la persona encargada de supervisar el trabajo de los demás consiste básicamente en ver si esta persona tiene claro lo que se espera de ella, si su trabajo le está acercando a sus objetivos, si cuenta con los recursos y formación necesarias, si está motivada y si tiene cualquier obstáculo en el camino que le impida seguir adelante. También tendrá que asegurarse de que esta persona recibe el reconocimiento que merece por sus logros así como las recompensas que merezca. Estas recompensas pueden ir desde su sueldo al final de mes, hasta un ascenso, un incentivo económico o tiempo libre. De cualquier forma estas recompensas tienen que ser establecidas con anterioridad y deben satisfacer las necesidades individuales de cada trabajador.
El objetivo de la persona encargada de supervisar el trabajo de los demás consiste básicamente en ver si esta persona tiene claro lo que se espera de ella, si su trabajo le está acercando a sus objetivos, si cuenta con los recursos y formación necesarias, si está motivada y si tiene cualquier obstáculo en el camino que le impida seguir adelante. También tendrá que asegurarse de que esta persona recibe el reconocimiento que merece por sus logros así como las recompensas que merezca. Estas recompensas pueden ir desde su sueldo al final de mes, hasta un ascenso, un incentivo económico o tiempo libre. De cualquier forma estas recompensas tienen que ser establecidas con anterioridad y deben satisfacer las necesidades individuales de cada trabajador.
Para que la supervisión sea de la mayor calidad posible y el impacto motivador máximo es aconsejable que sea el propio empleado el que se auto-evalúe ya que de esa forma, estará más implicado en ese proceso y aceptará mejor los resultados.
Es más motivador que sea yo mismo el que me dé cuenta de cómo estoy haciendo mi trabajo a que me lo diga mi jefe ya que esa situación muchas veces crea confrontación y malestar. Para ello la persona que evalúa puede utilizar cuestionarios o checklists para que sean los empleados los que vean qué están haciendo bien y qué aspectos pueden y deben corregir. En caso de tener que corregir algún aspecto, es importante darle la oportunidad de evaluar él mismo posibles formas de mejorar antes de ofrecer otras opciones. Si la persona no ve formas de cómo mejorar, debemos darle alguna pauta de por dónde puede empezar. La intensidad y frecuencia de la supervisión variará dependiendo de la experiencia de la persona y el proyecto que esté llevando a cabo pero en cualquier caso, la evaluación debe ser periódica y continua de forma que sirva como estructura de trabajo pero que dé suficiente espacio al trabajador para desempeñar sus tareas de forma independiente y creativa. Para ello es fundamental que sea el trabajador el que reflexione sobre su actuación e investigue posibles cambios y mejoras.
Veo casos en empresas cuando los trabajadores no tienen ningún tipo de supervisión sino que simplemente se les juzga. Evaluar y juzgar son muy diferentes y juzgar a un trabajador es muy desmotivador y poco productivo. Juzgar puede entenderse como deliberar acerca de la culpabilidad de alguien, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar lo procedente. Y también formar opinión sobre algo o alguien. Creo que muchos supervisores juzgan en vez de supervisar.
Para evitar juzgar a las personas que tenemos a nuestro cargo es aconsejable ser lo más objetivos y concretos posibles y evaluar la actuación de la persona y no a la persona en sí. Por ello, es mejor evitar conversaciones que incluyan frases como “es una persona conflictiva” “no le interesa su trabajo” y traducirlas por otras del tipo “parece que su inteligencia social o habilidades interpersonales no están muy desarrolladas” o “no participa en las reuniones del departamento”. Estos últimos planteamientos abren puertas a la mejora. En el primer caso quizá el trabajador no sea consciente del efecto que produce en otras personas y necesite saberlo, en primer lugar, pero también formación al respecto. En el segundo caso quizá no se sienta invitado a participar o la forma de llevar las reuniones no sea muy participativa. En cualquier caso, al tratarse de personas, la comunicación es esencial ya que sin comunicación estaremos andando en una habitación a oscuras. Y tarde o temprano nos chocaremos contra la pared.
Supervisar tampoco no es lo mismo que evaluar. Evaluar se define como estimar, apreciar, calcular el valor de algo. En el campo laboral, para mí evaluar sería analizar si hemos llegado a nuestro destino, a nuestros objetivos. La supervisión se realizaría en el camino hacia esos objetivos. Otro día hablaremos de cómo evaluar en el trabajo.
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