viernes, 3 de abril de 2015

Para ser lo que pretenden que seamos debemos recibir una educación en consecuencia

Recientemente he leído un artículo con el titular ¿El fin de la clase magistral? y me gustaría hacer mi propia reflexión al respecto ya que he sufrido estas clases magistrales y sus consecuencias. Cuando oigo clase magistral me viene a la cabeza esta imagen:


Algo pesado, grande, poco dinámico, extinguido.  Tuvo su gran momento, sí, pero, por mucho que nos pese, pasó a la historia. Sin embargo, así como los dinosaurios sí se extinguieron, la clase magistral sigue viva y es parte de nuestro sistema educativo a pesar de que para algunos nos pueda parecer un anacronismo. En un tiempo donde el acceso a la información es enorme y contamos con medios técnicos sofisticados al alcance de la gran mayoría seguimos con un modelo de enseñanza que sitúa a una persona como fuente de información a través de los canales tradicionales como son la palabra. Yo distinguiría entre discurso, conversación, diálogo y ... clase. Todas tienen en común la palabra pero cada contexto requiere una forma de comunicación e interacción diferente. 


Afortunadamente hoy en día, la clase magistral suele ir acompañada de soporte visual en forma de presentaciones que puede favorecer este discurso si ambas se acompañan de forma sincronizada.


Pero, ¿qué podemos objetar a este tipo de enseñanza?

En primer lugar la desconexión y desencuentro entre los hábitos de los estudiantes y la realidad en el aula. La gran mayoría de los estudiantes en estas clases magistrales son usuarios de tecnología a través de la cual buscan información, resuelven dudas, solucionan sus necesidades diarias, se comunican con sus círculos de amistades, familiares, compañeros de clase o de trabajo. El estudiante hoy en día tiene un papel activo en la búsqueda de información así como a la hora de relacionarse con su entorno. Sin embargo, la clase magistral le pone en un rol pasivo con la consiguiente frustración que esto puede conllevar.


Quizá se pueda introducir en la clase magistral algún momento donde sean los propios estudiantes los que aporten la información necesaria para estudiar el tema en cuestión. Esa búsqueda sería dirigida por el profesor magistral. Esta participación haría que los estudiantes se involucraran más en la clase y siguieran mejor el hilo argumental favoreciendo el proceso de aprendizaje. Otra consecuencia muy importante sería el aumento de su autoestima al sentirse partícipe de la impartición de la clase.


Otro aspecto a tener en cuenta es el nivel de energía que suele ir acompañado a una clase magistral. Se suele empezar en el mismo nivel que se termina y se mantiene a lo largo de toda la sesión. Esta línea continua no favorece la comprensión de los contenidos y por lo tanto su aprendizaje.


Quizá la clase magistral podría abrir con una corta fase de conexión entre los estudiantes y el contenido a tratar. Esta conexión entre los participantes favorece el sentimiento de pertenencia, aumentando la autoestima lo que favorece la participación. La conexión con el contenido es esencial también. En vez de entrar en el tema a fondo desde un primer momento sería interesante hacer una aproximación inicial. Si esta clase magistral forma parte de una serie de clases sería interesante ayudar a los estudiantes a ubicarse en el tema en cuestión. Esto se podría hacer, de una forma sencilla, pidiendo a los participantes que paseen por el aula y compartan con sus compañeros la idea más importante que recuerdan de la(s) clase(s) anterior(es). Este tipo de actividad favorece la conexión entre los participantes así como con el tema en cuestión. Si la clase no ha tenido una clase previa se podría poner un titular en la pizarra y algunas palabras claves pertenecientes al tema para sonsacar ideas de los participantes y de alguna forma anticiparse a los contenidos. Estas sencillas actividades aumentan el nivel de interés entre los participantes y preparan el cerebro para asimilar la información que recibirán a lo largo de la sesión.


Para finalizar una clase magistral interesa plantearse  la posibilidad de terminar con un nivel de energía mayor al que se puede mantener a lo largo de la sesión. Estos minutos finales de mayor euforia favorecen la memoria, y por tanto el aprendizaje, al terminar en un estado emocional positivo y activo. Para conseguirlo se puede pedir a los estudiantes que enumeren las ideas más importantes que han sacado de la clase magistral intentando que se superen los unos a los otros. Este elemento de competición sin rivalidad anima a la participación e introduce un elemento lúdico que aumenta la sensación de disfrute y logro.


Durante la clase es interesante también tener en cuenta al nivel de energía y romper esa línea continua que se puede producir. Cuando el profesor o ponente pregunta a los estudiantes si están siguiendo la clase, si están bien es un síntoma de que posiblemente ese nivel de energía se haya perdido. Para evitar esto el profesor puede integrar a lo largo del discurso momentos de trabajo en parejas o pequeños grupos. Esta ruptura de dinámica permite que el cerebro se relaje y cambie su forma de trabajar y procesar la información  evitando que se canse y desconecte. 


También se pueden introducir diferentes elementos como tarjetas, láminas, música, vídeos, objetos u otros utensilios. Esta variedad de recursos permite, además de romper el discurso y el nivel de energía, poner a disposición de los estudiantes diferentes formas de aprendizaje. Está demostrado que hay tres perfiles de estudiantes mayoritarios: los que aprenden a través de sonidos (auditivo), imágenes (visual) y objetos (kinestético). La clase magistral favorecen en gran medida al perfil auditivo dejando a los perfiles visuales y kinestéticos en una situación menos favorable para el aprendizaje.


Conclusiones

Mi experiencia es que el aprendizaje lo hacemos nosotros mismos y para ello debemos tener un papel activo y ser partícipes de ese proceso. La clase magistral no favorece esa activación sin la cual las palabras pueden ser llevadas por el viento muy fácilmente. Para ser lo que pretenden que seamos debemos recibir una educación en consecuencia.



La clase magistral pone en el centro al profesor cuando la realidad es que somos nosotros mismos el centro de nuestro proceso de aprendizaje.


1 comentario:

  1. Efectivamente Borja, todo lo expuesto nos invita a cuestionar el escenario en el que nos movemos, y especialmente los modos con los que transitamos por él, donde si Fray Luis de León se levantara de su tumba, podría nuevamente reproducir su famosa frase " Como decíamos ayer..". y, lamentablemente no sería anacrónica.

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